Dentro de mi personal lista de
defectos se encuentra una serie de ellos que no tiene la menor importancia pero
que por cabalidad tengo perfectamente detectados. Por ejemplo: me siento
humanamente discapacitado para aprender a planchar una prenda de vestir, soy
incapaz de abrir la envoltura de una paleta roja sin perder los estribos y, me
siento absolutamente imposibilitado para comprender a una persona que
racionalmente apoya a Andrés Manuel López Obrador.
Dentro de este último punto existen
tres personas que especialmente me perturban por considerarlos seres humanos
pensantes: el diputado Gerardo Fernández Noroña, que de ser un joven
intelectual activista se convirtió en una bestia; la escritora Elena Poniatowska,
quien después de tener el respeto del país que la adoptó decidió entrar a las
filas del peor de sus “caudillos”; y la periodista Carmen Aristegui, a quien
hace años dejé de leer a causa de su amarillismo quejumbroso.
Hoy vuelve mi atención y mi apoyo
hacia esta gran comunicadora a causa de las diferencias mediáticas que sostiene
con la insufrible Laura Bozzo. Estoy totalmente de acuerdo con la revista
Proceso y con Carmen Aristegui en que los recursos públicos jamás deben de
ponerse a disposición de intereses particulares, “cuantimenos” en tratándose
del más vil de los programas, que retrata de cuerpo entero a la empresa de los
Azcárraga y al tipo de audiencia que ha fabricado a lo largo de los 63 años (93
si contamos la radio) que el Estado ha concesionado su señal de transmisiones.
Espero que la investigación llegue a fondo cuando menos para que este tipo de
favores de políticos a la mencionada empresa no sigan sucediendo. Sobre la
calidad moral de la empresa Televisa y la audiencia del programa de esta
fichita peruana solo puedo agregar: “La culpa no es del indio sino del que lo
hace compadre”.
Consuman mejores cosas, por caridad de Dios. Por ejemplo el
beisbol de las Grandes Ligas, que ésta pasada semana vivió uno de los momentos
más emotivos de los que haya sido testigo, con la despedida del mejor cerrador
de la historia, Don Mariano Rivera. A pesar de ser un jugador que desde hace 23
años juega para el equipo estadounidense que despierta más animadversiones, se
le rindió homenaje en cada uno de los estadios de sus rivales por ser el más
digno de sus adversarios. Dudo que exista otro deportista a quien le hayan
rendido tantos honores como es el caso de este panameño que nos dio tantos
momentos de gloria en el rey de los deportes.
A usted, señor Rivera, le deseo larga vida. A la “Señorita
Laura”, le deseo que se suba en uno de los helicópteros de Eruviel, de los más
viejitos, que despegue en medio de una tormenta, y…
Roberto Rojo Alvarez
(Agregado cultural de Culiacán… en Culiacán)