AL FONDO, A LA DERECHA
Sabia frase la del
mencionado literato español, mas no es un caso aplicable al baño de una
oficina. Mal haríamos en andar exponiendo nuestras miserias ante tan
distinguido personal de nuestro Palacio de Gobierno, además de quedar grabado
de porvida en tan sofisticadas camaritas que no se sabe si son de verdad, o de una
película de los Hermanos Almada.
Por medio de la
presente es mi intención solicitar de la manera más atenta a todo el personal que
gustosamente labora en Radio Sinaloa hacer el grandísimo favor de mantener
nuestras instalaciones en perfecto orden, muy en especial los baños del Palacio
que alberga nuestra oficina.
Buena idea sería la de contratar
a un señor (y señora) de la tercera edad por cada baño, pagarles un salario
mínimo, permitirles tener una canastita propia para que vendieran cigarros
sueltos, chicles y cuanta monería se les ocurra con el fin de que estas
personas fueran responsables de tener los sanitarios dignamente aseados. Además
de secar los lavamanos y pasarle un trozo de papel al bajísimo porcentaje de
personas que tienen la costumbre de lavarse las manos después de ir al baño
(esto solo me consta del género masculino), quienes gustosamente habrán de
dejarles después jugosa propina en moneditas de las amarillas.
De los secadores
“automáticos” mejor ni hablamos. Esta marca “Jofel” tiene la peculiaridad de
garantizar el funcionamiento de sus productos a lo largo de una semana. Después
de ese plazo, ahí se secan a como Dios les dé a entender. Por opciones tenemos
la parte trasera del pantalón, nuestro abundante cabello (para quienes todavía
conservan un poco), la camisa o uniforme de trabajo, o ir a sacar un buen tramo
de papel sanitario de algunos de los gabinetes de WC. Existen dos secadores en
todo el Palacio que por alguna extraña razón todavía funcionan, solamente hay
qué aprender una técnica para que estos sean efectivos, ya que para que el
sensor automático de alta tecnología detecte la presencia de la mano, esta debe
de estar en un lugar en donde el aire caliente que la máquina expide nomás no
pega. Entonces, una mano se dedica a echar a andar el detector, y la otra a
secarse solita. Pasados unos segundos, se hace lo mismo intercambiando las
manos.
Mientras no se
contraten a los viejitos ni se pongan secadores eficientes (de esos que en el
cine dicen “feel the power”), hagamos lo que esté en nuestras manos. ¿Por qué
estoy ciclado con el asunto de los baños? Solamente me limitaré a contarles un
día de experiencia en los “sanitarios” de nuestro edificio:
1ra. Visita, el baño está más o menos limpio.
2da. Visita, el baño está cerrado con un bote de basura atravesado
porque presuntamente lo están limpiando.
2da. Visita, 2do. Intento, acudo al baño de un piso superior (a mayor
altura el piso, más limpio el baño, o bien, “La altura es inversamente
proporcional a su fetidez”) cuyo estado de limpieza ya para esas horas es más
bien desagradable.
3ra. Visita, el baño está abierto de nuevo, pero tal pareciera que el
cesto de basura lo único que hizo fue postrarse en la puerta y esperar a que la
misma basura tomara la decisión de ir a tomar el aventón. “Muchos son los
llamados…”
4ta. Visita, el baño ya está en condiciones totalmente desagradables.
¿Por qué voy tantas
veces al baño en un día? Porque los cafés que me hace Karina son buenísimos,
pero diuréticos al fin. Y porque paso de lunes a viernes en el Palacio de
Gobierno la mayor parte del día, en el cual solamente me encuentro de vez en
vez a un señor más bien tenebroso, poco más corpulento que la escoba que porta,
y que por lo visto su trabajo es solamente asegurarse de que la luz del baño
permanezca encendida.
Entonces, nosotros que
somos felices, educados, jóvenes y guapos, por favor hagamos lo propio por
cambiar el estado deplorable de los baños que diariamente utilizamos. Dos cosas
muy básicas: Bájenle, y lávense las manos.
Si tienen dudas o
dificultades, no titubeen en solicitarme la debida información. Saludos,
Roberto Rojo Alvarez