miércoles, 1 de junio de 2011

SAZONES DEL MAYAB

            Los caminos de la vida no son como yo pensaba, recita la sufrida letra del músico colombiano Omar Geles quien no obstante de ser un exitoso compositor de vallenato reconocido por todos los rincones del mundo, fue capaz de concebir esta famosa letra llena de dolor y del sentir del pueblo. Yo en lo particular sólo me quedo con la primera estrofa porque mi empatía es únicamente parcial.
            Resulta que soy un hombre con suerte, y la vida me llevó en un tiempo a tener la fortuna de ser parte del cuerpo directivo de una estación de radio pública que en su momento llegó a ser revolucionaria en el gremio a nivel nacional y la segunda en audiencia en la ciudad de Culiacán. Este cargo me dio la posibilidad de viajar y asistir a eventos culturales de toda índole gracias a mis habilidades para sonsacar a quien entonces era mi jefa inmediata, que en cuestiones de aumentar el acervo cultural y culinario es más fácil que la tabla del dos.
            Sin duda (muletilla de moda) los eventos más importantes en los que estuve fueron dos conciertos que ofreció el tenor español Plácido Domingo. Uno fue en el sitio arqueológico Chichén Itzá, y el otro en el Teatro del Pueblo en Durango. Fueron en fechas distintas, con distinta compañía, aunque en los dos coincidió un aguacero que a punto estuvo de cancelar ambos conciertos.
            Pero en este momento sólo me concierne ocuparme del primer evento. Quiero informarle a usted que si piensa que no existe un mejor pretexto para viajar a la ciudad de Mérida y el hermoso estado de Yucatán que asistir a un concierto de Plácido Domingo en Chichén Itzá con la pirámide Kukulcán de fondo, está enormemente equivocado.
            La mejor excusa para apersonarse en aquellas tierras está ubicada ni más ni menos que en el kilómetro 12.5 de la carretera Mérida-Cancún y se llama Hacienda Teya. No piense usted que es un simple lugar que sirve para hacer lindas fotografías. No. Es un espléndido sitio en donde se va y se come como un señor.
            Amanda fue mi pequeña jefa y es ahora mi gran amiga. Con ella fue con quien emprendí el viaje a la Blanca Mérida, cuyo adjetivo en mi infinita ignorancia pensé siempre que se debía a la predominancia de su color, y no. La llaman blanca por ser una ciudad que dentro de los confines mayas fue hecha para que sólo gente de raza blanca habitara en ella.
El pretexto para este viaje fue El Concierto de las Mil Columnas en el que cantó Plácido Domingo acompañado por la Orquesta Sinfónica de Yucatán y en cierto momento del recital también se hizo acompañar al piano por el maestro Armando Manzanero. En el concierto a mi derecha se encontraba Amanda, a mi izquierda y no tan cerca Rebeca De Alba, y frente a nosotros la representación de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. Detalles de poca relevancia.
            La cúspide del viaje fue esa visita a Hacienda Teya Restaurante, en donde tuve el gusto de conocer platillos que antes sólo le había escuchado saborearse a Carlos Loret De Mola, y créanme que ahora comprendo esas caras de borrego enamorado que pone cada vez que menciona las delicias de la cocina yucateca. Para comenzar pedimos una sopa de lima, que suena como a una simpleza pero que muestra el mismísimo paraíso a cada sorbo, y un arroz con plátano frito de rechupete. Después pedimos unos deliciosos papadzules que sabían a gloria, y un Poc-Chuc que ya no tengo sinónimos alusivos al cielo con qué describirlos. De postre pedimos un Manjar Blanco, que no es yucateco sino español pero que estaba preparado como Dios manda.
Además de todo, el lugar es por de más hermoso. Fuera de unos aplausos poco propios de los comensales cuando entró al restaurante el maestro Manzanero, y un mequetrefe uniformado de edecán que quiso realizar con nosotros un concurso para regalarnos una cerveza y al que corrimos inmediatamente de nuestra presencia con pulcra elegancia, todo fue muy agradable.
            Si algún día tienen la oportunidad de estar por tierras yucatecas, no pierdan la oportunidad de hacer una visita a Hacienda Teya. Es un bello sitio preparado para bodas, banquetes, congresos, convenciones y eventos sociales, que cuenta con un muy elegante y sobrio salón de fiestas, bellos jardines, y hasta una linda tienda de recuerdos regionales. Además de que se come como en pocos sitios del mundo.
            Tuve la fortuna de estar en esos lugares y en esos momentos acompañado de una persona que es fiel testigo del don de mi buena suerte. Aunque bien lo dijo Isaac Asimov citando a Louis Pasteur: “La suerte favorece sólo a la mente preparada.", y mi infinito agradecimiento me basta para afirmar que tan solo ese viaje es suficiente para decirle al señor Omar Geles: En efecto, maestro, los caminos de la vida tampoco son como yo pensaba. ¡Son mejores!

Roberto Rojo Alvarez