domingo, 8 de diciembre de 2013

TERTULIA Y SOBREMESA, 8 de diciembre de 2013


            “En dos partes dividida tengo el alma en confusión”, canta un verso del poema Dime vencedor Rapaz, obra de la extraordinaria Sor Juana Inés de la Cruz. Y en esas mismas dos partes tengo mis afectos divididos en cuanto a aquello que llamamos terruño. Sinaloense la familia de mi padre, Duranguense la de mi madre.
            En los años 20s del siglo pasado, Rodolfo Emilio Alvarez Sánchez acompañado de un grupo de jóvenes recién graduados de la Escuela Vocacional de Durango fue el primer integrante de mi familia que realizó este trayecto, totalmente a pie, con mochilas al hombro, por veredas donde sólo cabían animales de carga y acampando durante una semana de ida y otra de vuelta, como lo dictaba la tradición de los estudiantes duranguenses llegada esta edad, para ir a conocer la inmensidad del mar.
            Entre estas dos tierras he pasado la vida en un ir y venir de afectos y emociones. Desde que, toda proporción guardada con la experiencia de mi abuelo, era para nosotros una odisea trasladarse por carro cruzando la carretera “Internacional” México 15 de Culiacán a Mazatlán para después tomar la carretera Federal 40 desde el puerto hasta la ciudad de Durango. Este trayecto suponía levantarse muy temprano para llegar al destino invariablemente de noche tanto de ida como de vuelta.
Además de las largas horas de carretera sorteábamos un sinfín de nauseas y mareos a causa de la incontable cantidad de curvas que debíamos de cruzar, enormes tráileres varados en alguna curva muy cerrada, los troncos de un “Trocero” derribados a media carretera ante la ruptura de alguna cadena por el ilegal exceso de peso que trasladan, enormes y peligrosas manchas de aceite derramadas accidentalmente en el pavimento tras el desviele de un motor a causa de las pronunciadas pendientes, pavimento resbaloso por el hielo en invierno y derrumbes de gigantes rocas en verano. Ese era el costo para llegar de un destino al otro y, por qué no decirlo, para disfrutar de los inigualables paisajes de la sierra más hermosa del país.
            El pasado mes de noviembre se inauguró la Autopista Durango-Mazatlán y al día de hoy tengo la fortuna de haberla cruzado ya en tres ocasiones. Esta obra de 230 km de longitud, 63 túneles, 115 puentes y un costo aproximado a los 29 mil millones de pesos es sin duda alguna la carretera más espectacular de México. Cuenta además con dos obras magnas como son el “Puente Baluarte Bicentenario” que es el puente atirantado más alto del mundo, y el segundo túnel más largo de México denominado “El Sinaloense” con una longitud de 2.8 km y que está catalogado como el túnel de alta tecnología más inteligente del país.
            Pero aquí viene la queja. ¿Por qué en México tenemos la mala costumbre de inaugurar cosas que todavía no están terminadas? En las tres ocasiones fueron muchos y distintos los tramos en reparación con nulas medidas de seguridad para los trabajadores y los conductores. Algunos debido a un exceso de lluvias a una semana de su apertura, otros simplemente de obras que todavía no se habían concluido. Aproximadamente el 30% de los túneles sin iluminación funcionando y hombres “avisando” de sus reparaciones a escasos diez metros del sitio en cuestión, que cual si uno fuera adivino al volante se te quedan viendo con cara de “¡Malíciala, mi buen!”. También pude ver varias zonas con derrumbes y deslaves que si bien son imposibles de evitar en su totalidad, dista mucho de ser “solo la cascarita” como irresponsablemente lo mencionó a los medios el actual Secretario de Desarrollo Urbano y Obras Públicas de Sinaloa, José Luis Sevilla Suárez.
            De cualquier manera, fue para mí y para toda mi familia literalmente un milagro tener la experiencia de partir de Culiacán después del desayuno y llegar a la ciudad de Durango perfectamente para la hora de la comida. Esta carretera acerca dos mundos tan distintos que nos abrirá un mundo de posibilidades comerciales y turísticas. ¡Aprovechémosla!

Roberto Rojo Alvarez

Agregado cultural de Culiacán… en Culiacán