jueves, 1 de diciembre de 2011

UNA NAVIDAD DE LA BURGER

            Llegamos al tan esperado momento del año en el que el mundo (occidental) por entero se viste de blanco y rojo, llenan de escarcha ventanas de casas y oficinas, adornan con renos y trineos los espacios al aire libre, saturan las tarjetas de juguetes que hacen alusión a un mundo lleno de nieve, y cuando sale uno a las calles de nuestro bello Sinaloa estamos a por lo menos treinta y cinco grados centígrados.
            Ese es el primer shock en el cual incurrimos en nuestra temporada navideña. Otro es uno con el que venimos cargando desde la infancia, debido a la lucha cuerpo a cuerpo y cara a cara que nuestros abuelos enfrentan contra la fortísima mercadotecnia norteamericana: El Niño Dios vs. Santa Claus.
            Llega incluso un momento de nuestra niñez en el que nuestra confusión es grande. Ya no sabemos si el Niño Dios entra por la chimenea, o en qué parte de la pastorela va a salir Santa. Si dirigimos la carta a un recién nacido que difícilmente sabrá leer o a un viejo barbón que con sus lentes muestra un poco más de intelecto. Si el pino de Navidad es parte del Nacimiento (el Belén, en España) o si uno de los Reyes Magos viene montado en Rodolfo el Reno y no llegará con nuestros regalos sino hasta enero. Y pensar que a nosotros lo único que nos importa son los juguetes esos que nos anunció Chabelo cada domingo desde septiembre en su programa En Familia.
            Cómo y donde quiera que sea, estas son fechas óptimas para pasar al lado de la familia, muchas veces fingiendo que hace frío cuando en realidad terminamos despojándonos de todas aquellas lindas prendas invernales que adquirimos para usar escasas tres veces en la vida: Cuando nos las medimos, cuando las presumimos, y cuando las llevamos a un sitio en el que invariablemente las habremos de extraviar dejándolas colgadas en algún perchero porque, aunque nos cueste creerlo, este año tampoco hará frío en nuestra tierra.
            Hay gente que corre con una suerte distinta a la de las mayorías, no sé si mejor o peor que la nuestra, pero que tienen la capacidad de decidir a qué lugar del mundo trasladarse para pasar sus vacaciones decembrinas. Para estos fines no hay un mejor lugar y que reúna más clichés alusivos a la Navidad que la hermosa ciudad estadounidense de Nueva York.
            En la isla de Manhattan están los iconos navideños más famosos del mundo. Tenemos el famoso pino de Navidad del Rockefeller Center con su pista de patinaje debajo, el nevado Central Park con sus lagos congelados donde también se patina sobre hielo, el Madison Square Garden con “algo” On Ice, la inigualable decoración navideña de la mundialmente famosa Quinta Avenida, y las múltiples caras de Times Square que es a donde acuden miles de personas el último día de diciembre para despedir la Navidad y dar la bienvenida al año nuevo.
            Pues este artículo será útil precisamente para todas aquellas personas que tendrán la fortuna de andar por allá en esta Navidad. Existe un pequeño sitio que está ranqueado como el restorán con la segunda mejor hamburguesa del mundo, y según nos comenta el propietario la razón por la que no lo nombran como el primero es porque el otro sitio le debe su respeto a la firma McDonald’s que es la cadena de restaurantes más famosa del mundo.
            Este fabuloso sitio es Joint Burger, y por nada del mundo se lo pueden perder. Es un diminuto local escondido (y no es sentido figurado) dentro del hotel Le Parker Meridien ubicado en el número 119  de la West 56th Street, a escasas dos cuadras de Central Park. A un lado de las salas del lobby del hotel y detrás de unas enormes cortinas color rojo que bajan desde su techo de triple altura, está la entrada a este restaurante donde comer una hamburguesa con papas se vuelve lo menos cotidiano del mundo y se convierte en una experiencia que jamás en la vida olvidarás. Y no exagero al decirles que una de las razones por las que a pesar de su escondite mucha gente da con su paradero es porque las filas para realizar el pedido algunas veces salen hasta las puertas del exclusivo hotel.
            Si van a New York City esta Navidad, es obligado ir a tomarse una linda fotografía en cada uno de los sitios antes mencionados. Mi recomendación es que no dejen de ir a probar una hamburguesa del Joint Burger, porque en sí misma vale la pena el viaje completo a Nueva York.

Roberto Rojo Alvarez