TIPS PARA VIAJAR
“A donde fuereis, haz lo que
viereis”
Anónimo, al menos para mí.
Llegó
como una aparición. Mi cabeza no podía creer lo que mis inocentes ojos le
estaban transmitiendo. Era la niña más estética que jamás hubiera imaginado a
mis tan solo seis años de edad. Las monjitas la llevaban a presumir por todas
las aulas del Colegio Sinaloa, no por bonita sino porque leía fluidamente el
español, además de ser el mejor promedio de la institución cuando el resto de
los alumnos a duras penas recitábamos “Mi mamá me mima”.
Largas horas de mi
pensamiento consumió aquella utopía, y confieso que al menos tres años de mi
vida estuve inventando historias y filosofando sobre por qué tanta belleza en
una sola persona. Suponía que tanto sus padres como su familia debía ser gente muy
bonita. Pero temprano comprendí que eso dista mucho de ser una regla.
Cuando
conocí a su hermano mayor me llevé una gran sorpresa. Además de ser más bien
feo, en repetidas ocasiones y por intervalos de algunos cuantos segundos hacía
una serie de movimientos raros de los cuales mi referente más cercano era una “Chiripiolca”.
Frente a este fenómeno mostré cara de asombro hasta que se acercó un amigo a
decirme, -Es un tip”-, que es la versión culichi de lo que en clínica se
diagnostica como “tic nervioso”.
Esa
fue la primera vez en mi vida que escuché la palabra “Tip” que hoy tanto nos
atañe. La segunda fue cuando sacaron a la venta una deliciosa gaseosa ahora
extinta denominada “Tipp”, la cual fluía entera y libremente por mi garganta cuando
realizaba la “gracia” de beberla de un solo golpe. La imagen publicitaria de
este refresco de mi infancia era la de un delfín que ninguna relación tenía con
la bebida, pero poner a este mamífero como imagen o mascota siempre es una
buena carta de presentación.
Hoy
en día la palabra “Tip” se utiliza como un modismo extranjero para dar ciertos
consejos breves ante cualquier acción a desempeñar, pero es perfectamente
incorrecta y su uso me parece poco apropiado para un prestigiado Agregado
Cultural. Por tal motivo cambiaré el título de este artículo por el siguiente:
“Breves consejos útiles para viajeros”
Lo
primero que hay qué hacer cuando llegas a un lugar desconocido es poner cara de
“no hay pedo”, o la versión más apropiada: “Todo está bajo control”. La
seguridad y el perfecto dominio de nuestra expresión es útil para ahuyentar a
los asalta-turistas, que según cuentan en algún lejano lugar existen. El
dominio de esta técnica se comprueba cuando algún otro viajante se acerca a ti
a preguntarte por alguna dirección. Es de los pocos momentos de la vida en los
que es permisible comportarte como un chilango, así que a mandarlo a algún
sitio aunque desconozcas su paradero.
Al
visitar una playa te recomiendo mucho sentarte por unos momentos a organizar el
tiempo que le dedicarás a la toma de sol. Divídelo entre la cantidad de días
que estarás en sobre-exposición, y cuando en la cara tengas la sensación de
traer una mascarilla de lodo en tiempo de sequía, levántate y no lo intentes
más. El turista común y ordinario llega, y a como dé lugar se quiere ver
trigueño desde el primer día. Como resultado ahí andas desde la primera noche
solicitando al primer buen samaritano que se te atraviese pidiéndole el favor
de untarte leche de magnesia en la espalda.
Si
vas a algún país de habla extranjera (o a Yucatán), busca la posibilidad de ser
conducido por algún amigo de un amigo que por suerte habite en aquella región.
La sensación de no entender en lo absoluto lo que la gente está diciendo es
posiblemente de las más desahuciantes que existen, y nadie mejor que un nativo
de confianza para engañarte. Se reirá mucho de ti, pero tu integridad estará a
salvo.
Este
consejo también es útil cuando vas a un país cuya lengua se supone que conoces,
ya que el oído humano tarda algunas horas y a veces unos días en acostumbrarse
al cambio y tomar el ritmo. Y si crees que dominas el idioma inglés, no vayas a
Australia porque tus lágrimas rodarán.
En
la supuesta desgracia de la necesidad de un guía de turistas, de esos que le
sonríen a los viajantes y luego se voltean con el chofer para mentar madres en
su idioma natal, la mejor recomendación que te puedo hacer es que hagas
totalmente lo contrario a lo que él te diga, sobre todo si se trata de comprar
baratijas en esas tiendas inmensas atendidas por una señora de pelo teñido y bata
floreada. Lo mismo si te lleva a comer a un restaurante bufete en el que todo
está incluido (con excepción de los refrescos de 100 ml de a cinco dólares), en
el cual llega saludando de abrazo al dueño del sitio a la vez que le dice en
perfecto hebreo: “Ya me tiene hasta la madre esta gente tan tacaña”. Te
recomiendo ampliamente que salgas del sitio y te compres alguna fruta para
aguantar mientras encuentras algo a tu gusto, siempre y cuando la fruta no sea
exótica por aquellos lares.
Si
andas lejos del hogar y no tienes la ventaja de ir con un presupuesto holgado,
busca siempre economizar en las comidas. Los sitios que son zonas exclusivas
para turistas están repletos de lugares caros y malos. Es preferible que
busques un McDonald’s y vayas a lo seguro, al fin que poco veneno no mata.
Queda estrictamente prohibido cometer la ordinariez de sacar una salsa La
Guacamaya, o realizar la viejísima broma de preguntar al mesero si te puede
traer unas tortillitas. Millones de mexicanos ya hicieron esa broma antes que
tú, y ya no es graciosa… Como bien diría mi amigo morelense Don Luis Pedraza:
Eso no es de gente bonita.
En
el supuesto caso de quedarte sin dinero y no tener un don artístico con el cual
poder sobrevivir, si te encuentras en un agraciado país donde exista la cadena
suiza de supermercados “coop”, deberás de seguir al pie de la letra los
siguientes pasos: Localiza un supermercado de esta cadena, camina entre tres y
cinco cuadras a la redonda del establecimiento, haz contacto visual con los
carritos de súper abandonados que pertenezcan al mencionado establecimiento, elige
la ruta a recorrer que te quite menos tiempo, ve recogiendo los carritos
embonándolos uno a uno, y por último llévalos a su lugar de origen. Por cada
carrito que trabes de nuevo en la fila del súper, obtendrás una moneda de un
Euro… Dicen por ahí las malas lenguas que algunas personas han realizado esta
actividad para sobrevivir. Vaya usted a creer.
¡Ah!, y ya que
andan por ahí, por favor les encargo una caja de cereal marca propia imitación
“Coco Puffs”. Pocas cosas en la vida harían a mi hermanita tan feliz como
volver a crujir sus mandíbulas ante tan exquisito manjar… Si por curiosidad
deciden probarlos y es ésta su primera vez, les recomiendo dejarlos en remojo
de leche una noche antes de intentar ingerirlos, y tener a la mano una crema
dental para dientes sensibles.
No cargues con
libros. Los aviones en la actualidad tienen una serie de amenidades que te
provocarán todo menos ganas de leer, además de ser mucho más chic comprar una
buena revista del sitio en el que te encuentras. Tan pronto te subas al avión
hay qué recordar el postulado de mi amigo David Coppel: La batalla por la
codera de tu asiento se libra en los primeros diez minutos o se pierde para
siempre.
El buen uso de la
cámara fotográfica es fundamental. Es muy importante recordar que portas una
cámara y no darte cuenta hasta que estás de regreso en el hotel. Si hay
necesidad de que alguien más les haga la fotografía, busca a algún hombre
bajito y de ojos rasgados, y el éxito de la toma estará garantizado. Procura
salir en las fotos y captar escenas que sean únicas, para los sitios de interés
siempre habrá tarjetas postales mucho mejores que las que tú puedas lograr.
Siempre ten en mente que Hallmark tiene mejores fotógrafos que tú.
Si lo que esperabas
leer en este artículo era que lleves ropa floja y calzado cómodo, para eso
compra una vulgar revista del corazón. Estas letras son para gente seria que
lee la prestigiada revista En Boga, tan buena como su escritor… Camina todo lo
que puedas y haz muchas fotos mentales. Buen viaje.
Roberto Rojo Alvarez