martes, 1 de marzo de 2011

CENAMOS CON MI ESPOSITO

            Esta excursión fue hermosa y divertida, como la novia de aquella época con quien pasé un espléndido fin de semana en el bello puerto de Mazatlán. Sus familiares tuvieron a bien ofrecernos por tres días una casa en un condominio de playa donde para fortuna de ambos fue posible llevar hasta nuestros perros Piri y Carmelo.
            Mi novia había pasado por el infortunio de un divorcio, cosa que en lo absoluto había mermado su alegría ni sus ganas por bien vivir la vida. Pero esta particular situación aunada a mi ignorancia provocaron que en cierto momento le hiciera yo un chantaje sentimental de proporciones inconmensurables.
            Como buena arquitecta y mujer de mundo que es, tenía la costumbre de revisar sus e-mails con cierta frecuencia. Una de estas veces lo hizo en mi computadora y tuvo el descuido de dejar abierta su bandeja de entrada. Mi sagaz sentido de la vista me llevó a observar en el “Asunto” de uno de sus correos claramente la palabra “Esposito”. Mi mente no esperó un instante para armar una historia en la que ella a su exmarido lo llamaba cariñosamente de esta manera, lo cual a mí me desconcertaba bastante porque ni siquiera tenían un hijo en común que propiciara la continuidad en la comunicación entre ella y su exesposo.
            Prudentemente y con toda hombría callé mi hallazgo, apoyado sobre todo en la confianza que siempre tuve en ella. Hasta que un buen día mi pecho no soportó más el peso de la duda y con toda indignación reclamé me fuera aclarada semejante situación que me estaba carcomiendo por dentro. Esto fue motivo para que una vez más mis oídos tuvieran la fortuna de escuchar la música de su siempre deleitable carcajada.
            Esposito es el apellido de Franco, chef italiano propietario del Ristorante Villa Italia en Mazatlán y tío político de aquella novia con quien compartí una deliciosa cena en este lugar. Gracias a sus vínculos consanguíneos tuve el agrado de conocer a este amable señor, además del valor agregado que significa recibir la atención personalizada del dueño del establecimiento.
            Recuerdo que cenamos una pizza Margherita a la leña que es lo más cercano que he probado en México al original platillo italiano. También pedimos pasta con camarones y de postre un Tiramisú. Todo esto lo acompañamos con un delicioso vino tinto de la Toscana que Franco nos obsequió. Lo que sí les puedo decir es que todo estaba a pedir de boca.
            Villa Italia es un restaurante en el cual no se tropicalizan los platillos, sino que guardan su esencia original para que tu paladar pueda degustar el sazón de la genuina cocina italiana. Si andan por ahí cerca no duden en entrar, postrarse en una mesa, preguntar por Don Franco Esposito y solicitarle que les recomiende la especialidad del día. Pasarán los años y seguramente recordarán la experiencia de manera tan nítida como yo, este exnovio de su sobrina que espera tener el agrado de volver a ser atendido por él.

Roberto Rojo Alvarez