lunes, 10 de mayo de 2004

MADRECITA MEXICANA


MADRECITA MEXICANA

A la memoria de Renata,
a las pecas que adornaban su eterna sonrisa.


            El Día del Niño

            De lo que se trata esto es de que no hay clases el 30 de abril, que hay pachanga en la escuela, y que ese día no llevamos uniforme. Al menos eso pensaba cuando era menor e iba al colegio. Ahora vemos que hay un sinfín de festejos, concursos, rifas y desfiles por doquier en torno a esta celebración. Nunca olvidaré con qué nostalgia pasé el Día del Niño de 1987, por ser éste el último que festejaría antes de pasar a la secundaria. Alguna mente perversa me hizo creer que en ese entonces dejaría yo de ser un niño, ya me doy cuenta que a mis 28 años sigo siendo tan mocoso e irreverente como siempre.
            En el Nuevo Testamento hay un pasaje de Cristo escrito por el Apóstol San Pablo en el que menciona una frase que ha sido difundida por varias razones sociales, iglesias e instituciones en todo el mundo: “Dejad que los niños vengan a mí”. Sugiere que todo aquel que no sea como un niño, no entrará en el reino de los cielos. Se dice que los niños no tienen malicia, no tienen envidia, no guardan rencor, no son avaros, no son vengativos, siempre sonríen, y aman sin medida. Hay infantes que definitivamente dejan de ser niños a una muy temprana edad, salvo esas escasas excepciones, es cierto que en eso deberíamos, más que imitar a los niños, jamás dejar de ser uno de ellos.
            En el libro “El paraíso en la otra esquina”, de Mario Vargas Llosa, se hace una analogía de la vida con un juego infantil del mismo nombre, que es la equivalencia mexicana del juego “Pan y queso”. Este juego, como todos bien recordamos, consiste en andar de un lado a otro preguntando en donde está eso que buscamos, que siempre está en donde acabamos de preguntar, o donde estamos por preguntar. En México es el Pan y el Queso, en Perú, el Paraíso. Lo más importante que muestra este libro es que el ser humano vive entre dos puntos: el Paraíso (siempre en el pasado) y la Utopía (siempre en el futuro). Obvio decir que esto nos remite a que el paraíso de nuestra vida es la niñez. O la vejez (la otra cara de la niñez), que consiste en recordar lo hermosa que fue nuestra vida en aquellos tiempos.
            Dos series he visto en televisión con una narrativa particularmente hermosa: “Los Años Maravillosos” (“The Wonder Years”, USA 1988-1993), y “Cuéntame cómo pasó” (España, 2001-a la fecha). Consisten ambas series en una persona adulta que narra la historia de su vida, vista desde la perspectiva de cuando era niño. Son muy interesantes porque nos cuentan, con la madurez adquirida por los años, historias que les suceden a niños comunes y corrientes, tal como lo fuimos nosotros. Es imposible no identificarse con alguno de estos personajes. Les recomiendo ampliamente echar un vistazo a la serie española, que en nuestra ciudad se transmite todos los domingos de las 20:00 a las 21:15 horas por el canal 75 de Megacable.
            Chiquillos y chiquillas, permanezcan así hasta que la vejez les reclame ese espíritu de nuevo, nunca escondan al niño que llevan dentro, y que ese ímpetu siempre sea más fuerte que ustedes. Al fin que las impertinencias que cometamos en el camino, ¡son chavaladas!


            El Día de las Madres

            Serenatitas.com solicita urgentemente gente dispuesta a trabajar cantando a todas las mamás de México y el mundo que están por recibir su tan anhelado Día de las Madres. Solicita también de una manera mucho más urgente a personas que contraten serenatas porque nomás no me cae chamba.
            Desde que estamos prácticamente saliendo de la etapa de lactancia, se nos comienza a hablar del Día de las Madres. Desde que cursé el Parvulario (Kindergärten, en perfecto alemán) las Señoritas nos ponían a hacer manualidades con tal de llegarles a nuestras mamás el 10 de mayo con un regalo horrible, del cual cuando mucho lo que corría por nuestra cuenta era aplicar un poco de barniz a una tabla con un pensamiento de papel adherido a ella. Hubo también una etapa en la que tejíamos bolsas muy poco estéticas con un hilo de plástico (casi siempre azul tornando en lila) en una maya blanca plástica también. El resultado era reprobable, pero como bien dicen a nuestra conveniencia: Lo que cuenta es el detalle. O como la frase que usaba el gobierno mexicano en los ochentas como consuelo para la gente ante la crítica situación económica por la que pasaba (y sigue la mata dando) nuestro país: “Regale afecto, no lo compre”.
Ya en la Primaria, desde principios del curso escolar la maestra nos abría una cuenta de ahorros, y unos meses antes de que llegara el 10 de mayo, muy convenientemente nos llegaba con su catálogo Avon, Mary Kay, o Fuller, y hacía su agosto adelantado con todos sus alumnos. Para estos tiempos nuestros regalos eran más sofisticados, aunque nunca tuvimos la sensibilidad de darles a nuestras mamás algo que a ellas les gustara. Al menos en mi caso, siempre le regalaba a mi madre algún artefacto para ponerla a trabajar: Tostadora, Batidora, Licuadora, etc. Recuerdo la vez que le regalé el 10 de mayo por la mañana una licuadora, y en la tarde se le ocurrió decirme que me metiera a bañar. Fue tanto mi coraje a su demanda que la amenacé diciéndole: “Devuélveme la licuadora”. Nunca lo hubiera hecho. Fue un calvario por el que me hizo pasar para aceptar de vuelta el aparato que con tanto esfuerzo ahorre para comprarle durante todo un año. Ay, Madre (Gordolfo Gelatino).
Tal vez el Día de la Madre sea una fecha meramente comercial, lo que sí es que nunca dejará de ser un muy buen pretexto para demostrarles a nuestras madres lo que cada día del año les debemos de demostrar: Que son lo más valioso que existe en nuestra vida entera. Muchas felicidades, madrecitas mexicanas.


El Día que me quieras

Te vuelvo a encontrar con una cara nueva. Me vuelves a sorprender. Me descubres lo que anteriormente había adivinado en tu interior. Mas súbitamente te me escapas de las manos. Lo llamaremos circunstancias, lo llamaremos destino, lo llamaremos aventura, lo llamaremos miedo. Sabes que algo muy importante sucedió, y eres consciente de que si vuelves será para siempre. El día que me quieras, se prolongará por una eternidad.

                                                                                                                 Roberto Rojo Alvarez