MADRE PATRIA
“Dulce et decorum est pro Patria mori”
Horacio
Cuando se es músico y además se
tiene la intención de vivir del arte, se llega a desarrollar oficios que muchas
veces están fuera de nuestros planes. Desde tocar los fines de semana en el
mariachi “Águilas de Plata”, hasta cantar en el coro del Conservatorio Nacional
de Música la desagradabilísima obra del Maestro Blas Galindo intitulada “Suave
Patria”. Además de que la letra del famoso poema de Ramón López Velarde resulta
bastante cursi para una obra musical, la intención atonal de Don Blas Galindo
la hacen casi imposible de memorizar. Fue sin duda el trabajo musical menos
deleitable en mi trayecto por el Conservatorio, y la única razón por la cual no
me podía negar era precisamente por la Patria. Por la Suave Patria.
Mi primera imagen de la Patria vino
en la primaria, en la portada de un libro donde estaba impresa una señora
vestida de blanco con una capa roja, con una tabla sujetada con el brazo
izquierdo y con la mano derecha alzando un ramito (tal vez de azahar),
elevándose entre las nubes cual arcángel católico. Esta representación de la
Madre Patria de alguna manera me hizo ver desde niño que la Patria en su
espíritu metafísico, como lo indica el escritor Jesús Iberia, es sobre todo un
valor espiritual. Tal vez por esta razón confundo hasta la fecha en los
billetes mexicanos a Sor Juana Inés de la Cruz con Josefa Ortiz de Domínguez, y
viceversa.
El pueblo de La Constancia, Nombre
de Dios, Durango, es por desgracia como tantos otros pueblos de nuestro país un
gran exportador de braceros. Según mi tía Nena, una leyenda urbana que corría
por aquel pueblo era que a los mexicanos radicados en el país vecino del norte
los hacían caminar y escupir sobre una bandera mexicana si estos querían obtener
su residencia norteamericana. Mi tía Nena se llamaba Magdalena Veneranda, era
una gran contadora de historias, y sabía de sobra la indignación que causaba en
sus crédulos discípulos aquella anécdota. Ahora me hacen falta su risa y sus
historias, y como ya lo he dicho en repetidas ocasiones, cuando encuentre una
mujer que acepte nombrar así como ella a mi primera hija, me caso… Sigo
soltero.
En sexto de primaria, la profesora
Genoveva nos hacía dibujar las banderas del mundo con el fin de memorizar su
imagen y relacionarla con su país. Ninguna bandera era tan distinta entre las
demás del grupo como la mexicana. Lograr dibujar un águila devorando a una
serpiente sobre un nopal es un universo distinto en la cabeza de cada alumno.
Había águilas que parecían gallinas, otras tan calvas como un cóndor. Yo como
siempre opté por la comodidad, puse una moneda debajo del papel, y calqué con
un lápiz el escudo de una moneda… La mala calificación no se hizo esperar,
también como siempre.
En secundaria era solamente privilegio
de los más altos promedios el pertenecer a la escolta que cada lunes a las ocho
de la mañana cumplía con los Honores a la Bandera. Por razones obvias hubiera
sido para mí inimaginable algún día participar en dicha escolta, hasta que un
buen día en un homenaje yo no podía dejar de reír. La Directora me hizo llamar
a mí y a otros contagiados de mi buen humor que estaban alrededor. Cuando preguntó
de qué nos reíamos se me hizo fácil decir que porque la abanderada marchaba
chistoso… A la semana siguiente mi risa se cubría con nuestra enseña nacional.
¡Sí señor! Tuve el privilegio por única vez de participar como abanderado en la
escolta de mi colegio.
Estando ya en preparatoria, había un
joven en mi escuela que gustaba del canto imitando a Don Vicente Fernández.
Este joven ganó un concurso de aficionados en una feria local, y al Director de
la prepa se le hizo un buen detalle ponerlo a cantar un lunes cívico frente a
todo el alumnado. Cuando el muchacho comenzó a cantar, tuve la ocurrencia de
esconderme detras de un árbol y lanzar una moneda al patio central. Las risas y
las monedas de los alumnos cundieron por todo el recinto. Mi intención no fue
ofensiva, aunque a la distancia creo que es una de las miles de cosas que no se
deben de hacer en un horario destinado para honrar a la patria… Ni poner a
cantar alumnos, ni tirar monedas sobre el patio central.
El mexicano tiene inserto en su ser
un amor a la Patria poco común y de una profundidad que no necesita de mega-producciones
fílmicas para ser recordado, solo explicable en la letra de nuestro Himno Nacional:
“…un soldado en cada hijo te dio”… Habrá de tener cuidado cualquier nación del
mundo en donde de manera indebida y probablemente por falta de patriotismo
tengamos ya inmiscuidos a más de veinte millones de mexicanos.
Por fortuna nuestro país tiene ya
muchos años que no sufre alguna guerra. El Patriotismo nos sale únicamente
cuando vemos que los pinches gringos se bailan a nuestra amada Selección
Nacional de Fútbol. Como bien lo menciona Germán Dehesa: No duele tanto la
patada como el huarache con que nos la pegan.
Este año los invito a reflexionar
sobre qué significa la Patria, qué tanto a pesar de los malos caudillos que
hemos tenido nos sigue importando, y ojalá nos demos el tiempo de visitar todos
los recintos de nuestra ciudad en donde haya alguna exposición, ya sea interior
o exterior, de nuestra más íntima historia. De la historia de nuestra Madre
Patria.
Roberto Rojo Alvarez