sábado, 1 de septiembre de 2007

MADRE PATRIA


MADRE PATRIA

“Dulce et decorum est pro Patria mori”
Horacio

            Cuando se es músico y además se tiene la intención de vivir del arte, se llega a desarrollar oficios que muchas veces están fuera de nuestros planes. Desde tocar los fines de semana en el mariachi “Águilas de Plata”, hasta cantar en el coro del Conservatorio Nacional de Música la desagradabilísima obra del Maestro Blas Galindo intitulada “Suave Patria”. Además de que la letra del famoso poema de Ramón López Velarde resulta bastante cursi para una obra musical, la intención atonal de Don Blas Galindo la hacen casi imposible de memorizar. Fue sin duda el trabajo musical menos deleitable en mi trayecto por el Conservatorio, y la única razón por la cual no me podía negar era precisamente por la Patria. Por la Suave Patria.
            Mi primera imagen de la Patria vino en la primaria, en la portada de un libro donde estaba impresa una señora vestida de blanco con una capa roja, con una tabla sujetada con el brazo izquierdo y con la mano derecha alzando un ramito (tal vez de azahar), elevándose entre las nubes cual arcángel católico. Esta representación de la Madre Patria de alguna manera me hizo ver desde niño que la Patria en su espíritu metafísico, como lo indica el escritor Jesús Iberia, es sobre todo un valor espiritual. Tal vez por esta razón confundo hasta la fecha en los billetes mexicanos a Sor Juana Inés de la Cruz con Josefa Ortiz de Domínguez, y viceversa.
            El pueblo de La Constancia, Nombre de Dios, Durango, es por desgracia como tantos otros pueblos de nuestro país un gran exportador de braceros. Según mi tía Nena, una leyenda urbana que corría por aquel pueblo era que a los mexicanos radicados en el país vecino del norte los hacían caminar y escupir sobre una bandera mexicana si estos querían obtener su residencia norteamericana. Mi tía Nena se llamaba Magdalena Veneranda, era una gran contadora de historias, y sabía de sobra la indignación que causaba en sus crédulos discípulos aquella anécdota. Ahora me hacen falta su risa y sus historias, y como ya lo he dicho en repetidas ocasiones, cuando encuentre una mujer que acepte nombrar así como ella a mi primera hija, me caso… Sigo soltero.
            En sexto de primaria, la profesora Genoveva nos hacía dibujar las banderas del mundo con el fin de memorizar su imagen y relacionarla con su país. Ninguna bandera era tan distinta entre las demás del grupo como la mexicana. Lograr dibujar un águila devorando a una serpiente sobre un nopal es un universo distinto en la cabeza de cada alumno. Había águilas que parecían gallinas, otras tan calvas como un cóndor. Yo como siempre opté por la comodidad, puse una moneda debajo del papel, y calqué con un lápiz el escudo de una moneda… La mala calificación no se hizo esperar, también como siempre.
            En secundaria era solamente privilegio de los más altos promedios el pertenecer a la escolta que cada lunes a las ocho de la mañana cumplía con los Honores a la Bandera. Por razones obvias hubiera sido para mí inimaginable algún día participar en dicha escolta, hasta que un buen día en un homenaje yo no podía dejar de reír. La Directora me hizo llamar a mí y a otros contagiados de mi buen humor que estaban alrededor. Cuando preguntó de qué nos reíamos se me hizo fácil decir que porque la abanderada marchaba chistoso… A la semana siguiente mi risa se cubría con nuestra enseña nacional. ¡Sí señor! Tuve el privilegio por única vez de participar como abanderado en la escolta de mi colegio.
            Estando ya en preparatoria, había un joven en mi escuela que gustaba del canto imitando a Don Vicente Fernández. Este joven ganó un concurso de aficionados en una feria local, y al Director de la prepa se le hizo un buen detalle ponerlo a cantar un lunes cívico frente a todo el alumnado. Cuando el muchacho comenzó a cantar, tuve la ocurrencia de esconderme detras de un árbol y lanzar una moneda al patio central. Las risas y las monedas de los alumnos cundieron por todo el recinto. Mi intención no fue ofensiva, aunque a la distancia creo que es una de las miles de cosas que no se deben de hacer en un horario destinado para honrar a la patria… Ni poner a cantar alumnos, ni tirar monedas sobre el patio central.
            El mexicano tiene inserto en su ser un amor a la Patria poco común y de una profundidad que no necesita de mega-producciones fílmicas para ser recordado, solo explicable en la letra de nuestro Himno Nacional: “…un soldado en cada hijo te dio”… Habrá de tener cuidado cualquier nación del mundo en donde de manera indebida y probablemente por falta de patriotismo tengamos ya inmiscuidos a más de veinte millones de mexicanos.
            Por fortuna nuestro país tiene ya muchos años que no sufre alguna guerra. El Patriotismo nos sale únicamente cuando vemos que los pinches gringos se bailan a nuestra amada Selección Nacional de Fútbol. Como bien lo menciona Germán Dehesa: No duele tanto la patada como el huarache con que nos la pegan.
            Este año los invito a reflexionar sobre qué significa la Patria, qué tanto a pesar de los malos caudillos que hemos tenido nos sigue importando, y ojalá nos demos el tiempo de visitar todos los recintos de nuestra ciudad en donde haya alguna exposición, ya sea interior o exterior, de nuestra más íntima historia. De la historia de nuestra Madre Patria.

Roberto Rojo Alvarez