POPOCATÉPETL, Volcán. En Náhuatl, "Montaña que fuma". Se localiza y puede
ser observado desde la autopista México-Cuernavaca en dirección oeste-este, y
se distingue mejor cuando la dulce voz de mi acompañante, después de dormir
durante una hora por los efectos del desvelo y del alcohol, llama mi atención
señalándolo con su terso índice derecho a la vez que pregunta: "¿Qué es
eso?". Me apresuro a contestar en un tono paternal, no sin antes
carraspear la voz, con el nombre completo del volcán y no con la abreviación
que usamos siempre los que estamos habituados a pensarlo. Una respuesta siempre
tiene más credibilidad cuando está completa, y más seguridad para el parlante
cuando antes se carraspea. Respiró profundamente y después vino un intenso
silencio, mientras lo observamos y lo gozamos. Ahí estaba al fondo el volcán,
gris, anunciándonos el comienzo de una corta aventura que de antemano sabíamos
sería inolvidable. Para ella, la última de las pruebas, mi última oportunidad.
El trayecto transcurrió entre sueño y somnolencia, y yo aprovechaba cada uno de
estos trances para tomar y acariciar su suave mano. A los pocos minutos vuelve
a preguntar por "otro cerro". Ella cree que yo lo sé casi todo, y en
este momento lo único que sé es que la quiero. Ese era el Tepozteco, y
estábamos próximos a tenerlo muy de cerca. Nuestro destino, el cándido y cálido
pueblo de Tepoztlán. Popo (abrev.), Volcán situado en el territorio
mexicano, en los límites de los estados de Puebla, México y Morelos. Al
principio todo transcurrió tranquilamente, entre tienditas y recuerdos,
conociendo y reconociendo, aprendiendo y emprendiendo un camino que jamás pensé
fuera a ser ni tan hermoso ni tan corto. Afortunadamente para ese entonces mis
esperanzas eran más fuertes que mis poderes de predicción. Entonces, decidí
seguir optimista en mi espera, porque si algo sabía de cierto era que en esos
momentos los dos estábamos muy felices, ávidos de estar juntos. Caminamos por
el pueblo hasta llegar a un lindo sitio para desayunar. Ahí seguimos conociéndonos
y midiéndonos, y el tiempo fue fugaz mas benevolente. La calidad de los minutos
que he vivido con esa mujer fue tan intensa que siempre tenía la sensación de
haber pasado mucho tiempo a su lado, pero había sido poco, siempre poco, había
sido todo, siempre deseando hubiera más. El tiempo es solo una referencia que
se vuelve despreciable ante tanta paz, y aunque seguía transcurriendo,
solamente lo advertía el reloj. Mientras nosotros continuábamos
enriqueciéndonos el uno del otro, asombrándome de cómo a pesar de tener el
mismo punto de vista sobre ciertos aspectos de la vida, a ella la divierten y a
mí me hacen vomitar. Es posible estar de acuerdo en la absoluta discrepancia,
es posible cuando amas, es posible que aún quiera enamorarme de ella. Las cosas
empezaron a ponerse mejor cuando comenzó su trillado ritual de los desacuerdos
no hablados. Esas veces en que yo doblo a la derecha, y por ende ella va rumbo
a la izquierda. Esa extraña necesidad que tenemos los seres humanos de llevar
la contra a la pareja. Ella ignora todavía que quien cede, siempre es el más
fuerte. Ocupa el extremo sur de la sierra nevada, y de sus faldas se inician
las serranías del Ajusco. Entre gustos y sin disgustos, llegamos a
recostarnos por un momento en una de las jardineras que tiene la iglesia
principal del pueblo. A la sombra de un árbol bajo el sol que la molestaba,
llegó el momento culmen de la plática, al menos para mí, en que le hice latente
mi conocimiento de su tan hermoso lado tierno, el cual oculta con ahínco siempre.
Pero yo puedo ver la sombra detrás de sus ojos, ella lo sabe y se siente muy
desprotegida, siendo que intento totalmente lo contrario, quererla. Compró
cinco chirimoyas a 10 pesos, nunca las probé, e ignorando qué compraba ayudaba
a una muy tierna viejecita, tan tierna como puede una persona ser cuando no se
tienen ataduras y se está vivo. Eso es suficiente. Separado del Iztaccíhuatl
por una depresión cuya parte más baja es el puerto de Pelagallinas.
Emprendimos el camino hacia la cumbre del Tepozteco, ella junto a mí, y yo,
junto a la cumbre de mis anhelos. El camino se fue tornando pesado a la vez que
nuestras caricias iban apareciendo. La suya era una lucha estoica por
conquistarse a sí misma, lo mío era una simple prisa por llegar a la pirámide,
para volverla a besar. Son tan distintos los intereses y tan grande nuestro
egoísmo que nos es difícil advertir cualquiera de los dos. Me la pasé
intentando entrar discretamente en su corazón, pero ella cree necesitar ruido y
no calma. Entonces, siguió en su latente búsqueda de los “por qué no”. Después
de una hora estábamos en la cima de la montaña, y por primera vez, ella buscó
mis labios en un tierno y mesurado arrebato de ese pequeño placer al que solo
se dio permiso por un día. Es, después del Pico de Orizaba, el volcán más
alto de México. Estuvimos allá arriba por el tiempo preciso que justificara
tanto esfuerzo realizado. Allí apareció el motivo de la discordia, y después
vino la etapa crítica para preparar lo mejor del día. Su necesidad de elevarse
el autoestima la llevó a poner su atención en otro hombre. Es curioso cómo
ciertas personas, cuando creen necesitar sentirse seguras, optan por la
aceptación. Curiosa es también la coincidencia entre los dos posibles amores de
Flaubert: su Madame Bovary y la más probable inspiradora; y la mujer en pugna.
Es hasta cierto punto comprensible, todos pasamos por malos momentos y por
ciertas depresiones, mas en esos casos yo opto por leer, ella por flirtear.
Aunque el respeto a un acompañante, eso, es otra cosa. No me quedó otro remedio
que el mejor de los remedios, sumergirme en la oración para así poder guardar
la calma. Pude hasta cierto punto esconder mi pesar, aunque fue más fuerte el
saber que ella ya para ese entonces me conocía bastante bien. Aún así logré
evitar que tocáramos el tema, pero la mutua desaprobación estaba presente de
manera muy clara, porque cuando los dos dejamos de fingir, las palabras nos
salen sobrando. Pedí perdón al saber que había fallado. Antes le había hecho
saber que permanecería a su lado mientras libremente tomara cualquier tipo de
decisión. En ese momento fue inútil, tan inútil como es que ella intente
esconderse de mí. Bien antes me lo había dicho, no soy tan machito como lo
pensé, hay muchas cosas que no puedo soportar, ésta me resultó indignante. Del
tipo: Estratovolcán Andesítico-Dacítico. La maravillosa luna llena de ese
20 de noviembre fue quien provocó y sacó toda la ternura que esa tan buena
mujer puede dar. Era tanta la dulzura y había estado tan retenida, que hasta el
melancólico Pink Floyd sonaba a romanticismo. Qué bella puede ser cuando se
siente protegida, qué lado tan sublime puede dar cuando se permite ser
conmovida, qué fortuna haber sido partícipe de uno de esos escasos momentos en
que dejó por unas horas sus eternos miedos. Después, el más divino de los
momentos, el más tierno de los besos. Y ahí estaba el Popo, gris, observando,
ahora más cerca que nunca, honrándonos con su silencioso testimonio. Él sabía
lo que estaba sucediendo, yo sabía que venía un segundo adiós, pero mis
esperanzas seguían siendo más fuertes que mis poderes de predicción, aún cuando
sus besos sabían a despedida y no a comienzo. Localización exacta: 19.02º N,
98.62º W. A partir de esa cresta comenzaron a esfumarse mis alegrías y
regresaron poco a poco sus miedos, cada uno de ellos, sobre todo el que menos
comprendemos, el miedo a la felicidad. ¿Por qué se asustó ante algo tan hermoso
y ante un hombre que ella sabe sería incapaz de hacerle algún mal? ¿Acaso serán
ciertos sus motivos? No me lo parece. Simplemente no me lo parece. Altura:
5,452 msnm. Llegó el desafortunado momento en que todo volvió a la
normalidad, cuando pronunció ese monólogo entre dos mujeres que la describió
tan bien, entre ella y la seguramente única persona en el mundo que no la hace
confrontarse consigo misma, con quien siempre está en zona de confort, su
entrañable prima: “-¿Te compraste la blusita que te estabas midiendo? –Sí.
–¡Ay, qué chilo!, se te veía bien padre... (suspiro) ¡Cómo extraño a la
Sunny!”. Llegamos a su casa y a la más incoherente de las despedidas, a ese
rictus amargo que no quería volver a vivir, a un “que pases buenas noches”
hasta entonces nunca antes pronunciado por sus tan recientes deseosos labios. Diámetro
mayor del cráter: 900m. Volví a mi casa como tantas otras noches, con un
cúmulo de besos no otorgados y un mundo de incertidumbres ya bastante
practicados. Pasó la noche y extrañé su siempre esperada llamada, mas no ese
mar de melancolías que se me viene encima cuando lo único que resta por hacer
es esperar. Profundidad del cráter: 150m (desde labio inferior). A la
mañana siguiente todo estaba concluido, su tajante decisión de no volvernos a
ver, justificada en la búsqueda de mi bien. Cuando ya conoces el camino, no
haces mucho caso a los señalamientos. Seguí adelante, todo estaba muy claro aún
sin mencionarlo, estas cosas son de dos. Me postré ante el padre y le dije:
“Dios mío, dame fuerzas, que esa mujer no ha de volver”. Sólo los bohemios
sabemos que el mejor momento siempre es el “ahora”. Ella lo ignora, y lo
afirmaba con su insistente “no ahorita”. Área del edificio volcánico: 500
km2. Transcurrieron muchas horas de angustia e impotencia, y desde la
ventana donde pacientemente aprendo mi oficio, se volvía a ver el volcán, gris,
inmóvil como mis deseos de enamorarla. Me fui a buscar un poco de la paz
perdida, pero ellos estaban separados y grises, por alguna razón estaban
visibles pero separados. El Popo y el Iztac, a quienes ahora les confiero la
historia de amor que para mí no pudo ser. Habrá qué esperar antes de volver a
erupcionar, habrá qué esperar antes de tener qué desistir. La altura de la
nieve varía con la orientación de la época del año, al sur presenta menos
nieves y en tiempo de secas desaparece por completo dejando al descubierto las
capas de cenizas. Ahora estoy lejos de ella y aunque no ha pasado ni una
semana, ni mucho menos mis vagas esperanzas, ya las cosas están momentáneamente
más claras. Se comunicó feliz haciéndome un recuento de una serie de sucesos
buenos que le han sucedido. Me halagó al compartírmelos, mas me mató con su
frase “Todo viene a mí”, porque en ese todo no estoy yo. Hacia el norte la
nieve es más persistente y el nivel baja. Desde la hacienda de Mimiahuapan
pude observar al Iztaccíhuatl y al Popocatépetl, juntos, y con una claridad
asombrosa. Temperatura ambiente, mucho frío... Todo está muy frío.
Roberto Rojo Alvarez